IMPRIMIR EL SIGUIENTE TEXTO, LEERLO LAS VECES QUE SEA NECESARIO PARA COMPRENDERLO BIEN Y LLEVARLO A CLASE EL LUNES 16 DE ABRIL
LAS MIL Y UNA NOCHES
Cuando
reinaba el califa Al-Mahdi, se
presentó un hombre llamado Isaac
Saíd ante el portero del palacio y le dijo:
-Anúnciame al emir de los creyentes.
Y Rebi,
el portero, le preguntó:
-Dime
quién eres y qué es lo que pretendes.
Y Saíd le
respondió:
-Yo soy
un hombre que ha tenido una visión relacionada con el emir de
los creyentes y querría contársela.
Y el
portero Rebi le replicó:
-¿Vaya
con éste! Si la gente no suele dar crédito a lo que ve, ¿cómo va a
dárselo a lo que otros le cuentan? Discurre otra treta mejor que esta.
Pero Saíd
le dijo al portero:
Está
bien; pero te prevengo que si no pasas a anunciarle mi presencia al califa, me
valdré de otro que me haga llegar hasta él, y entonces le contaré
que te rogué que me anunciases y te negaste.
Pasó
luego Rebi a la cámara del califa y le dijo:
-¡Oh,
emir de los creyentes! A la puerta hay un hombre que pretende haber tenido
una visión buena relacionada contigo y desea contártela.
-Pues
hazle pasar -díjole Al-Mahdi.
Pasó Saíd
a la presencia del califa. Y dicen que era Saíd
hombre de buena planta y buena cara, y tenía unas barbas
muy largas y una lengua muy suelta. Y, al verlo, le preguntó
el califa:
-¿Qué
visión fue esa que tuviste, así Alá te bendiga?
-Vi a
alguien que venía a mí en un sueño y me decía:
"Anúnciale al emir de los creyentes que se
sentará en el trono por espacio de treinta años y, en señal de eso,
verá la próxima noche en su sueño un rubí y luego
treinta rubíes más".
Al oír
aquello exclamó Al-Mahdi:
-¡Qué
bello sueño! He de probar lo que dices en mi sueño esta noche, y si
se confirma tu anuncio, te daré más de lo que pudieras ambicionar; y
si no fuera así, no te he de castigar, pues los sueños dicen unas veces la
verdad y otras nos engañan.
Luego que
acabó de hablar el califa, le dijo Saíd:
-¡Oh,
emir de los creyentes! Cuando yo vuelva a mi casa y le
cuente a mi familia que tuve el honor de llegar hasta el
califa (Alá le colme de mercedes) y me vean que vuelvo con las
manos vacías, ¿qué dirán? ¡Creerán que
es mentira!
-¿Pues
qué quieres que haga? -le dijo Al-Mahdi.
Y le
contestó Saíd:
-¡Oh,
emir de los creyentes! Anticípame algo a cuenta de lo prometido. Mandó
entonces el califa que le diesen diez mil monedas y le pidió un fiador de que
había de volver al día siguiente.
Tomó
Saíd el dinero y Al-Mahdi le preguntó:
-Bueno;
¿quién es tu fiador?
Miró Saíd
a su alrededor y se fijó en un mozo que allí estaba, y dijo al
califa:
-Este
será mi fiador.
Al-Mahdi
preguntó al muchacho:
-¿Sales
fiador por él?
Y el
muchacho exclamó:
-Sí, emir
de los creyentes. Yo seré su fiador.
Fuese
luego Saíd de allí con las diez mil
monedas. Y sucedió que, llegada la
noche de aquel día, tuvo el califa en su sueño la visión que Saíd le
había anunciado, todo al pie de la letra, como él le había indicado.
Al
amanecer, Saíd se levantó y se dirigió a la puerta del califa,
y pidió que le anunciasen su venida. Dio luego Al-Mahdi orden
de que lo introdujeran y, no bien posó en él su
mirada, le dijo:
-¿Dónde
está la verdad de lo que me dijiste?
Y Saíd le
replicó:
-¿Pues
qué fue lo que vio el emir de los creyentes?
Demoró el
califa la respuesta y dijo:
-En
verdad tuve la visión que me
dijiste, tal y como me la
describiste.
Y en el
acto mandó que le diesen tres mil dinares y diez arcas de ropas de
todas clases y tres caballerías de las
mejores que en sus cuadras había.
Cargó
Saíd con todo aquello y se retiró muy contento. Y he aquí que, en la
puerta, se tropezó con aquel muchacho que le
había servido de fiador.
Y el mozo
le comentó:
-Por lo
visto ese sueño tenía su fundamento.
Y Saíd le
contestó:
-¡Por
Alá, que no!
Pero el
chico le replicó:
-¿Cómo es
eso si el emir de los creyentes
tuvo el sueño que le anunciaste
con todos sus detalles?
-Sí -dijo
Saíd-; pero esos son delirios que no tienen padre. Pues todo se debe a que al
decirle yo al
califa esas palabras impresioné su espíritu
y cautivé su corazón y ocupé su imaginación, y al echarse luego a dormir,
seguía preocupado con aquello que tenía en su corazón y en su sueño lo
vio.
Maravillado
se quedó al oírlo el muchacho y Saíd le dijo:
-Ya sabes
el secreto; te lo he revelado en atención al favor que me hiciste saliendo
mi fiador. Pero, por Alá, te ruego que
no lo dejes salir de tu pecho.
Y es el
caso que, a partir de aquel día, pasó
Saíd a ser comensal del califa, el
cual se encariñó con él y lo nombró juez y no le retiró su favor y
atenciones mientras vivió. ¡Pero Alá es más sabio!
Anónimo.
Las mil y
una noches.